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Una noche, el Señor se le apareció a Pablo en visión.

―¡No tengas miedo! —le dijo—. ¡Habla y no calles! 10 Nadie podrá hacerte daño, porque yo estoy a tu lado. En esta ciudad hay un buen grupo de personas que me pertenecen.

11 Pablo, pues, se quedó allí otro año y medio enseñando la palabra de Dios.

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